Por Ramón Alonso.
LQSomos. Agosto 2017
La mayoría de los
gravísimos crímenes cometidos por el Régimen franquista, tanto en la guerra
como en la dictadura, no solo fueron responsabilidad del dictador. Hubo muchos
otros autores o cómplices de los mismos, algunos por su afán de venganza, pero
en muchos otros casos, sobre todo durante la larga tiranía, les guió el ánimo
de lucro. Finalizadas las operaciones bélicas, tras muchos miles de ejecuciones
extrajudiciales, Franco y sus cómplices se hacen con el poder. Cesan las
acciones bélicas, pero la violencia dirigida por el nuevo gobierno no. Se
inicia una persecución implacable, en la que participan miles de militares,
policías, guardias civiles, jueces, y todo tipo de adictos al Régimen contra
los vencidos. El balance de estos actos de puro terrorismo de Estado supera las
cien mil ejecuciones, centenares de miles de encarcelamientos y la depuración
en las administraciones de los miles de funcionarios que no habían mostrado su
apoyo a los sublevados, para ser ocupadas sus plazas por personajes que sí
habían evidenciado su “patriotismo”. Muchos de los condenados a largas penas de
cárcel son obligados a trabajar en obras faraónicas, por míseros salarios.
Pasados los años cuarenta, la ferocidad represiva se atenuó, para incrementarse
los últimos años del tirano, que murió matando.
Una elevada
proporción de los numerosos participantes (muchos con las manos manchadas de
sangre) en tan importantes misiones, obtuvieron cuantiosas recompensas
económicas por sus “patrióticos servicios”. A los fabulosos beneficios
procedentes de la explotación de presos, se les deben añadir otros de orígenes
tan “nobles” como el embargo de bienes de los desafectos, el contrabando, el
mercado negro, etc. Este numeroso grupo de personas, tenían muchos intereses en
común y un claro objetivo político: La ocultación de sus delitos y
responsabilidades mediante cualquier método. La dictadura no reparó en medios
para ocultar tanta iniquidad, corrupción y desvergüenza. Mediante el terror se
impuso el silencio: pánico entre la población, férrea censura en los medios de
comunicación y castigos ejemplares a los excesivamente locuaces. En la prensa
solo aparecían las glorias y hazañas del Régimen, entre ellos los éxitos de las
fuerzas represivas. En síntesis, se tapó todo lo que criticaba al conjunto de
facinerosos que dirigían el país y se acalló toda información que considerasen
nociva para sus fines.
Continuadores del franquismo
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La muerte del
dictador supuso en poco tiempo cambios de importancia. Se concedieron
formalmente libertades democráticas similares a las de otros países, pero bajo
una monarquía impuesta por la dictadura y un aparato de Estado que era una
ligera actualización del anterior para administrarlas. “Milagrosamente” los
mismos jueces, los mismos policías, los mismos sistemas se habían vuelto
democráticos. El marco jurídico que amparaba el autoritarismo en sus distintas
formas , el corporativismo y la endogamia en los cuerpos superiores de la
administración del Estado, así como la impunidad de determinados personajes,
los favores, enchufes, amaños y regalos siguieron (y siguen) existiendo e
influyendo de manera decisiva en la aplicación de leyes y tomas de decisiones.
Es decir, tenemos
una pseudo democracia que ampara los derechos de expresión, de asociación, de
huelga, de manifestación, pero que sigue protegiendo a los mismos canallas. Lo
peor es que cada día vemos que las libertades van siendo recortadas, que la
arbitrariedad de algunos jueces y fiscales es cada día más frecuente, que la
palabra de los servicios policiales es prueba suficiente para imponer fuertes
multas administrativas, con la particularidad de que la parte que denuncia es
la misma que sanciona y decide con total discrecionalidad el importe de
elevadas sanciones que, o se abonan en su totalidad, o Hacienda emite órdenes
de retención hasta su liquidación o prescripción.
Como se ha expuesto
antes, en la administración y la justicia, existen vínculos familiares y
personales muy potentes con los antiguos represores y por tanto hay muchos
intereses políticos y personales para que una vez calumniadas, ejecutadas,
encarceladas o privadas de sus derechos una ingente cantidad de personas, se
les silencie u oculte, para que con el paso del tiempo se les olvide, así se
les vuelve a castigar aún con más severidad. Se las condena a su desaparición
de la historia.
Hoy vemos que las
armas de fuego callaron hace años. Pero otras armas, igual de peligrosas siguen
actuando:
La mentira, fiel compañera del Régimen, de uso cada vez más frecuente, véase algunos pretendidos periodistas o historiadores.
La ocultación, mediante montajes jurídicos: Caso del juez Garzón o mediante tergiversaciones en libros de texto o series de TV.
La calumnia: Se trata de historias de abuelos cebolleta: “fue inevitable, no fue para tanto, todos tuvieron su parte de culpa”…
La mentira, fiel compañera del Régimen, de uso cada vez más frecuente, véase algunos pretendidos periodistas o historiadores.
La ocultación, mediante montajes jurídicos: Caso del juez Garzón o mediante tergiversaciones en libros de texto o series de TV.
La calumnia: Se trata de historias de abuelos cebolleta: “fue inevitable, no fue para tanto, todos tuvieron su parte de culpa”…
Nos encontramos ante hechos muy
graves. A los cientos de miles de asesinatos extrajudiciales de la guerra
civil, hay que sumarles los miles de asesinatos, los encarcelamientos de miles
de personas y la privación de todo tipo de libertades durante los más de 39
años que duró la criminal dictadura. No podemos permitir que el inexorable paso
del tiempo, la mentira, la ocultación y el silencio condene a todas estas
víctimas al olvido, a la muerte histórica. Ni los asesinados, ni los presos ni
toda la ciudadanía española merecen semejante afrenta. No obstante debemos ser
conscientes de que el tiempo juega en contra nuestra, la muerte y la enfermedad
han dejado al margen a muchos de los que sufrimos esos horrores, pero nos queda
una última tarea que cumplir: Dejar permanente recuerdo de tanta ignominia.
Para ello, dejemos pruebas y testimonios de lo que sucedió. Publiquemos, con
los mayores detalles y documentos nuestras relatos y constituyamos (o aportemos
a los ya constituidos) un gran fondo documental de denuncia de los crímenes de
la dictadura para que el sacrificio de tantos, no haya sido en balde.
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